Nuestro Obispo, D. Alfonso, ha propuesto como lema para este curso pastoral: Vivimos da Eucaristía.
El curso pasado celebramos los 350 años de la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo Sacramento. La intención de las líneas de programación nos lleva a poner nuestra mirada no en un acto concreto y una fiesta de una sola jornada, sino a redescubrir la importancia de la Eucaristía para nuestra fe.
Por eso, la importancia de la participación de la Eucaristía dominical vuelve a ser uno de los puntos centrales para este curso. Se trata de descubrir las distintas dimensiones de dicho sacramento. La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida cristiana ya que en ella se actualiza el misterio pascual, el misterio de nuestra salvación. En ella, se hace presente la Alianza entre Cristo y su Iglesia, a la que se intenta asemejar cada matrimonio. En ella damos gracias a Dios por los bienes recibidos y obtenemos la gracia y la vida en el Espíritu al entrar en comunión con Cristo. Y en ella se establece la comunión también con nuestros hermanos, con quienes compartimos la fe.
A este punto se une la oración y adoración del Santísimo Sacramento, expuesto en el altar como prolongación de la Eucaristía y que provoca nuestro encuentro con Él. Por eso, este año se invita a cuidar de una manera singular la fiesta de Corpus.
Otros dos puntos son también relevantes para nosotros, unidos a la Iglesia universal, en este mes misionero extraordinario, que tiene ocasión en Octubre, y a la Iglesia que peregrina en España, con ocasión del Congreso nacional de Laicos, que tendrá lugar entre el 14 y el 16 de febrero de 2020. Se trata de volver a poner en alza nuestra vocación misionera dada por el sacramento del Bautismo y descubrir nuestro deber de anunciar a Cristo. Y también el deseo de hacer una reflexión acerca del papel de los laicos en la Iglesia.
Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, 60:
La esponsalidad del amor de Cristo es máxima en el momento en que, por su entrega corporal de la Cruz, hace a su Iglesia cuerpo suyo, de modo que son “una sola carne”. Este misterio esponsal se renueva en la Eucaristía. En el “don” eucarístico, que es fundamento de la “comunión” eclesial, los esposos descubren y hacen suyo el amor esponsal de Cristo. La participación en la celebración eucarística es la mejor escuela y alimento de amor conyugal y el culmen de toda comunión familiar.
La conciencia de esta realidad ha de llevar a la participación en la Eucaristía dominical, centro de la semana familiar. También se anima a la participación diaria –si es posible– en la Eucaristía. Y, como consecuencia, a convertir toda la jornada y toda la vida familiar en prolongación y preparación de la ofrenda de Cristo al Padre en el Espíritu. La Eucaristía es así el fin de toda acción de la Iglesia, a la que debe tender toda pastoral, que no puede ser sino la participación más plena en ese misterio y el despliegue del mismo en la vida.
Amoris laetitia, 60:
La oración en familia es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta fe pascual. Se pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el Señor vivo, decirle las cosas que preocupan, rogar por las necesidades familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil, pedirle ayuda para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre. Con palabras sencillas, ese momento de oración puede hacer muchísimo bien a la familia. Las diversas expresiones de la piedad popular son un tesoro de espiritualidad para muchas familias. El camino comunitario de oración alcanza su culminación participando juntos de la Eucaristía, especialmente en medio del reposo dominical. Jesús llama a la puerta de la familia para compartir con ella la cena eucarística (cf. Ap 3,20). Allí, los esposos pueden volver siempre a sellar la alianza pascual que los ha unido y que refleja la Alianza que Dios selló con la humanidad en la Cruz. La Eucaristía es el sacramento de la nueva Alianza donde se actualiza la acción redentora de Cristo (cf. Lc 22,20). Así se advierten los lazos íntimos que existen entre la vida matrimonial y la Eucaristía. El alimento de la Eucaristía es fuerza y estímulo para vivir cada día la alianza matrimonial como «iglesia doméstica».
Objetivos para este curso
Seguiremos las líneas marcadas por la exhortación Amoris laetitia.
- Guiar a los prometidos
- Charlas a jóvenes sobre los distintos aspectos del matrimonio o el noviazgo, el crecimiento humano en sus distintas dimensiones…
- Cursillos prematrimoniales
- El matrimonio en un camino de constante crecimiento
- Acompañamiento a los matrimonios que inician su camino
- Acompañamiento a los matrimonios que llevan varios años casados
- Fomentar movimientos, asociaciones o grupos matrimoniales
- Iluminar crisis, angustias y dificultades
- Formación sobre heridas afectivas y cómo trabajarlas
- Formación sobre el duelo en la familia
- Fortalecer la educación de los hijos
- Formación afectivo-sexual
- Encuentro de padres
- Encuentro con los niños en la escuela
- Formación y/o colaboración en unas jornadas sobre bioética
- Acompañar, discernir e integrar la fragilidad
- Formación de apoyo psicológico y pastoral para sacerdotes y agentes de pastoral familiar ante las dificultades que presentan las familias
- Fomentar y cuidar la espiritualidad matrimonial y familiar
- Convocatoria de una jornada diocesana de la familia
- Elaboración o distribución de materiales para fomentar la oración en familia
- Retiro para matrimonios, especialmente quienes tengan heridas
- Celebración con motivo de las bodas de plata, oro… matrimoniales
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